De allí a aquí y de aquí a allí, las influencias entre Japón y Occidente en ambos sentidos han sido numerosas y han dado lugar a encuentros muy interesantes entre las dos culturas.
Recuerdo que durante mi primera estancia en Japón mi hermana me mandó desde el museo de Van Gogh en Amsterdam una postal con un cuadro del mismo en el que aparecía un dibujo clavadito a otro del pintor japonés Hiroshige. Desde aquel día he ido encontrándome con “casualidades” del estilo de unos y de otros. La última de ellas, una referencia de David Bowie inspirándose en los carteles clásicos de las obras de Kabuki. Después de esta última señal no me quedaba más remedio que escribir sobre el tema.
En la pintura, figuras como Hokusai o Hiroshige ejercieron una gran influencia en pintores pertenecientes a movimientos como el Impresionismo o el Art Nouveau. La fascinación, que partía de las impresiones en tabla y de los ukiyo-e (cuadros enrollables), encontraba su mayor interés en temas como la falta de perspectiva y sombras, las áreas de color plano y fuerte, la libertad de composición colocando al sujeto fuera del centro y en ejes diagonales respecto al fondo, etc.
Volviendo a Van Gogh, podemos ver esa influencia en cuadros como La courtisane o Ciruelos florecientes.
Otros como Monet o Gauguin también se dejaron influir por estilos japoneses.
Monet no sólo fue japonofilo sino que también fue coleccionista. Se hizo con 231 impresiones y 46 tablas de Kitagawa Utamaro, 23 de Katsushika Hokusai y 48 de Utagawa Hiroshige.
En arquitectura, uno de los personajes que visitó Japón y quedó fascinado fué Frank Lloyd Wright, que lo conoceréis por haber ideado el Museo Solomon R. Guggenheim de Nueva York. También coleccionista de pintura tradicional japonesa, su tesoro incalculable desapareció trás un incendio de su bungalow de Taliesin.
En las Prairie Houses, cerca de Chicago, Frank Lloyd Wright creó una serie de edificios bajos y extendidos con techos inclinados y poco profundos, un skyline de líneas limpias, suprimiendo las chimeneas y usando materiales inacabados. La ventanas, dentro de lo posible eran largas y bajas para permitir la conexión entre el interior y la naturaleza. Esta era la forma que tenía de mostrar la influencia japonesa en su arquitectura. ¿Recordáis lo que os comentaba en el post sobre “Kochû”?”
También se encuentran las influencias en sentido contrario. En el cine Akira Kurosawa contó con influencias en los argumentos de sus películas. Realizó adaptaciones por ejemplo en “El Idiota” (Hakuchi), basada en la novela de Fiodor Dostoevsky, o en los thrillers “El Perro Rabioso” (Nora Inu) y “El Ángel Borracho” (Yoidore Tenshi). La aplicación de arquetipos occidentales al estilo japonés llevó a Kurosawa a hacer dos adaptaciones samurais de obras de Shakespeare: El Trono de Sangre (adaptación de Macbeth), y Ran (adaptación del Rey Lear). De niño su padre lo llevaba a ver películas europeas y americanas como parte de su educación y aunque aspiraba a ser artista en la pintura, la vida lo llevó al cine. Su director americano favorito era John Ford, todo un sello en el género Western y que evidentemente influyó en ese gusto de Kurosawa por la temática histórica y los hombres luchadores (ver aquí una interesante entrada sobre la película “El hombre que mató a Liberty Valance”).
Los hombres luchadores y épicos son “Los Siete Samurais” (Shichinin no Samurai), un western al estilo japonés que después sería devuelto a occidente en la adaptación de John Sturges: “Los Siete Magníficos.” Kurosawa también inspiró a directores como Sergio Leone, George Lucas, Steven Spielberg, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese.
Cage, que incluso tenía su propio maestro zen, decía que “El Zen es una afirmación de la vida, no un intento para sacar el orden del caos, ni para sugerir mejoras en la creación, sino simplemente un despertar a la misma vida que estamos viviendo, que es excelente una vez uno saca fuera del camino su mente y sus deseos y deja que la vida actúe bajo su propia avenencia …”
También la ópera Madame Butterfly, con música de Giacomo Puccini contaba con influencias claramente japonesas. Se dice además que los hechos que relatan la ópera están basados en acontecimientos que tuvieron lugar en Nagasaki a finales del siglo XIX. Y de oriente a occidente y occidente a oriente, aunque Madame Butterfly ocurra en Japón, en realidad el argumento es el de la novela “Fausto” del alemán Göethe.
Y el último en este viaje entre el lado tokyo y el lado yorker es David Bowie, para mí uno de los hombres más elegantes y carismáticos de nuestra época. De él se podrían encontrar las influencias a través de muchos aspectos de la cultura japonesa pero a mí me atraen especialmente sus referencias al teatro Kabuki 歌舞伎. Bowie confesó que el diseñador japonés Kansai Yamamoto fue el responsable total del corte de pelo y el color en Ziggy, también el estilo vino marcado por ese tipo de teatro. A Bowie le fascinaba el Kabuki y el teatro Noh así que utilizó esa forma de teatralidad para sus representaciones.
El uso de los estilos kabuki en los espectáculos de rock suposo realmente una innovación. Algunos de los trajes de Ziggy Stardust y Aladdin Sane habían sido usados previamente en el teatro kabuki, y otros los diseñó Yamamoto siguiendo una base tradicional. Apropiarse de una cultura en que su momento era vista como algo de ciencia ficción o casi extraterrestre (la japonesa), resultó fascinante e irresistible para sus seguidores.
Me ha encantado lo de «japonofilo» ;)…por algún motivo esa foto de Bowie me ha transportado a Shibuya, a ese look sólo le faltan unos Rayos Uva para mimetizarse con el entorno shibuyano jejeje…
¡Muy interesante el post Rous!