La gran ola de Kazuyo Sejima

Museo Sumida Hokusai

Museo Sumida Hokusai

Y Kazuyo Sejima la ha montado en el barrio de Sumida en Tokio, ¿como? pues con su gran ola en forma de museo para albergar las obras de una de las estrellas del grabado  japonés Kasushika Hokusai. Hasta este año había ciertas razones para pasar por Ryogoku: barrio de luchadores de sumo, casas para comer nabe, el museo de Edo el Edo-Tokyo Hakubutsukan o subir al Tokyo Sky Tree. Pero este año con la apertura del Museo Sumida Hokusai la visita se hace obligatoria tanto para los fans de la pintura tradicional japonesa como para los amantes de la arquitectura contemporánea.

El pasado julio, en una de las pocas visitas ociosas que mi viaje de trabajo me permitió estando en Japón, pasé a ver en persona el trabajo de una de mis arquitectas favoritas y las pinturas de la superstar Hokusai. Un día de calor debajo de mi sombrilla, de chicharras ruidosas, casi ensordecedoras. La llegada al lugar es emocionante, gusta ver esa «ola» de metal detrás de una plaza abierta (algo no muy común en Japón) con atracciones de juego para los niños. Debo confesar que al principio no entendía muy bien esas formas angulosas y recortadas del edificio, pero semanas más tarde, revisando fotos me vino a la mente una gran ola en masa que acababa en esas ondulaciones, «poco onduladas» por cierto, que se abren arriba y abajo rompiendo la ola.

Niños jugando en la plaza del museo

Niños jugando en la plaza del museo

Sitio de juegos

El sitio es etéreo, más en su interior, liviano y abierto. Lo llenan las obras del maestro Hokusai y los visitantes, que circulan por sus escaleras sinuosas y por los espacios con vistas a la calle que hay en cada una de sus plantas. Las palabras mínimo y liso le van bien. Es limpio y vacío,  y en cierto modo antítesis de los trabajos que allí se exponen.

Interior del museo. Zona de descanso

Interior del museo. Zona de descanso

Celosía metálica

Celosía metálica

Interior e interactivos

Interior e interactivos

Escalera

Escalera

Vista desde el interior del edificio

Vista desde el interior del edificio

Este viaje ha sido muy raro por muchos motivos, y entre los motivos buenos pero aún así poco calculables, han estado la multitud de coincidencias con conocidos allí en Japón e incluso en las mismas ciudades que iba visitando. Como la ocurrida en la tienda de regalos del museo, donde me encontré a la artista japonesa residente en Córdoba Hisae Yanase y a su marido. No me lo podía creer, ¿pero que hacían allí ese mismo día a esa misma hora? Pues lo mismo que yo, visitar el museo. Hokusai y Sejima nos habían tendido una trampa para hacernos coincidir allí, de todos los lugares posibles en el mundo.

Tienda de regalos

Hokusai nació en 1760, en pleno comienzo de la revolución industrial en Europa, y en la transición del neoclasicismo a la pintura romántica. Vivió nada menos que 90 años y a él, entre otros, se le atribuye influencia en el desencadenamiento del impresionismo. Hay que recordar que en 1867 tuvo lugar la Exposición Internacional de París y allí se mostrarían numerosos objetos japoneses, entre los cuales había grabados y pinturas ukiyo-e.  Uno de los artistas influenciados claramente por el estilo de las pinturas japonesas fue Vincent Van Gogh. Hokusai, que empezó a pintar con 6 años, es conocido principalmente por sus «Cien vistas del monte Fuji», publicado a sus 75 años, y por la «Gran ola de Kanagawa».

Monte Fuji. Katsushika Hokusai

Monte Fuji. Katsushika Hokusai

La viveza de los colores de su pintura y ese bidimensionalismo propio del estilo japonés es inspiración y legado sin duda para la cultura manga y anime. Cómo si no serían posibles ilustraciones tan buenas como las de Ponyo en el acantilado, Death note, Niños lobo o Summer wars. De hecho se puede conocer la vida del maestro a través de su hija en el anime Miss Hokusai. La cotidianeidad propia de los ukiyo-e, tan alejada de las pinturas sacras y de élites europeas las hace aún más interesantes y más populares. Los sistemas de series limitadas y numeradas de los grabados japoneses no hacen nada más que acercar el arte a la gente y bajarlo a la tierra como algo que puede ser replicado y poseído colectivamente de algún modo. Ni mejor ni peor, pero tan diferente de nuestras obras de arte sin duda.

Visitantes viendo La Gran Ola o Las Vistas del Monte Fuji

Visitantes viendo La Gran Ola o Las Vistas del Monte Fuji

Gracias a estas pinturas podemos conocer cómo eran las ciudades, cómo se divertía la gente, qué apariencia tenían cortesanas y luchadores de sumo, o cómo eran los paisajes de Japón en aquella época. Se convierte, de una forma no intencionada, en la historia gráfica de Japón. J´ntalos y podrás construir un manga de época con todos los ingredientes de un buen relato. Justo como están allí, en el Museo Sumida Hokusai.

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