Y os preguntaréis qué he venido yo a hacer aquí durante un mes. Pues bien, primera misión: un curso de japonés, segunda misión: visitar a mucha gente que hace tiempo que no veo, y entre tanto me va a dar tiempo de practicar aiki como lo llaman aquí en el Honbu Dojo de Tokio y a viajar hasta Nagasaki como último destino de la gira.
Esta vez he optado por el coachsurfing como opción para el ahorro así que durante dos semanas estaré en la casa de dos personas que no conozco y otra semana más volveré a mis orígenes interraileros de albergues y habitaciones comunales. No hay nada como compartir habitación con una buena pandilla de adolescentes para rejuvenecer … o para sentirte tu madre, claro.
Así que para quedar con mi primer anfitrión me he dirigido a la estación de Nippori, donde me encontraré por la tarde para ir al que será mi hogar dulce hogar hasta el sábado. Pero al salir de la estación me topo con la cruda realidad, ¿quien se ha dejado la puerta del horno abierta en esta ciudad? Quiero ir a dar una vuelta pero, sinceramente, no sé si superaré el más mínimo paseo y eso que vengo entrenada de mis 42 graditos cordobeses. Pero aquí además de los graditos tienen eso que llaman shikke (湿気), u/o humedad dicho en cristiano, lo cual lo hace todo mucho más divertido.
Arranco a andar mientras siento como me derrito al igual que Ponyo atravesando el túnel y llego a Yanaka Ginza, una zona (principalmente una calle) comercial repleta de curiosidades: tiendas de obento por sólo 250 yenes, negocios de té, restaurantes, tienditas de almejas y otros bichitos marinos secos … todo un espectáculo.
Me decido por uno de los obentos de 250 yenes (2,70 euros), ¿el pollo será de Fukushima? porque no sé como pueden vender esto a ese precio, aunque en realidad las croquetas valen 30 yenes.
Con la fresca me refugio en un callejoncito donde hay corriente y acabo robando wifi al «Café a la Papa», si señores, así son aquí con los nombres.
Pero no puedo el calor y el sueño así que busco un sitio mucho menos auténtico pero con aire acondicionado fuerte. Donde además me siento como en casa cuando al entrar en el baño veo ese washlet, ¡que gran invento!, eso sí, en la calidad del papel higiénico no han progresado.
Unas horas después me encuentro ya en la casa de Shintaro-san, bastante amplia para los estándares japoneses, creo que he tenido suerte pues parece simpático. Junto con un amigo suyo nos iremos a Asakusa a reponer lo sudado y lo no sudado.
La primera caída en una tachinomiya (立ち飲み屋=sitio para beber de pié) diminuta, donde 10 minutos después de llegar ya estamos hablando con nuestros compañeros de barra y al enterarse que soy de España no pueden evitar la bromita sobre el partido Japón-España donde perdió España, aparte de otros comentarios mucho más agradables sobre las mujeres de España.
La segunda caída en una tienda de sake donde se pueden hacer catas, y la tercera en Uogashi (魚河岸=mercado del pescado) un negocio de sushi de 20 metros cuadrados donde uno puede llegar al cielo por el módico precio de 100 yenes la pieza.
Son las 10 de la noche y me doy cuenta de que he aguantado como una campeona el primer día, punto importante para luchar contra el jetlag, la verdad es que hoy lo he dado todo. Ahora ya lo único que me queda es planchar el futón que me espera en casa.
Oyasumi Nippon.
ohh,,q blog mas chulo,,,
¡ Gracias Jorge! He tardado en volver pero creo que esta era una buena causa.
QUe fuerte, Tacho sigue teniendo propiedades en Tokyo… BIEN LLEGADAAAAAAA