Cuarta vez desde finales de 2012 en Galicia, segundo agosto como buena pareja de gallego y ya por fin, esta vez, me he dejado caer por la Casa del Hombre o Domus de Arata Isozaki. Su imponente pared de pizarra curva por delante como una barriga y el biombo japonés de detrás 屏風(びょうぶ-Byôbu) se me habían resistido pero por fin me acercaba a verlo y entrar.
El edificio se inauguró en abril de 95, de eso va a hacer pronto 20 años pero por él no parecen pasar los años. Sólo se percibe el paso del tiempo en los cierres de los ventanales de cara al mar que aguantan carros y carretas, salitre, viento, tormentas … El museo por dentro sí que necesitaría un repasito. El espacio interior es tan imponente que, si pensara egoístamente, preferiría que estuviese vacío totalmente sólo para pasear y pasar tiempo dentro.
En mi último año con las colaboraciones en la sección de arquitectura con la revista Eikyô he ido investigando sobre arquitectos japoneses y, dado que por fin he encontrado la ocasión de entrar en el edificio diseñado por Isozaki, toca escribir sobre él pero en tokyoyorker.
Arata Isozaki formó parte del grupo de arquitectos japoneses llamados “metabolistas”. Estos surgen en un momento de la historia de Japón de crecimiento vertiginoso en el que se preveía la ciudad del futuro como un hábitat masificado, de gran tamaño en todos los aspectos, con estructuras flexibles que pudieran crecer de forma orgánica adaptándose y modularizándose según las necesidades. Un ejemplo popular y controvertido es la Torre de Cápsulas Nakagin, que fueron objeto de discusión hace unos años por la controversia generada por los planes de demolición. Sobre ella escribí en el número de primavera de Eikyô.
En la década de los 70 Isozaki llevó a cabo el proyecto de Museo de Bellas Artes de Gunma. El edificio se organizaba como un rectángulo del que salía un ala en ángulo que definía un espacio urbano, de uso público delante del edificio. Todo el proyecto se basaba en un módulo cúbico que se intuye nada más ver la fachada del edificio delante de ese lago al que se abre. Visto ahora me recuerda a las estructuras de Minecraft que he visto formar por chavales en ese juego en red.
En España, además del Domus también realizó el Palau de Sant Jordi, en la montaña del Montjuïc. Inaugurado dos años antes de las olimpiadas del 92 está considerado una obra ejemplar de la arquitectura moderna. Su estructura y los materiales están mecanizados y ello lo dotan de flexibilidad para adaptarse a los variados usos que tiene.
Interesante. 🙂
Primero, por el perfume que nos trae la simple evocación de Arata Isozaki. Su nombre huele a inauguración, a ‘país moderno’, a la España del 92. Sueño o espejismo, eso ya, cada uno, que lo tome como quiera.
Y, segundo, porque las obras de Isozaki están al servicio de los seres humanos. Al menos, así me lo parece a mi. La mirada puesta en el futuro, en esas piezas que se podrán ‘cambiar’ más adelante y la ocupación del espacio público. Algo que, a tenor de los tiempos que corren, me parece esencial.
Grande Isozaki.
Y enorme el post. 🙂
Gracias Ati por tu compartir lo que te evoca la obra de este hombre. Me alegra que te guste 😉