En esa ruta no planeada por el Japón radiactivo después de Hiroshima debía venir Nagasaki (Fukushima creo que podrá esperar). Desde Hakata circulan multitud de trenes hasta Nagasaki y tardan algo menos de dos horas.
Nagasaki es una de las ciudades más internacionales, históricamente hablando, de Japón. Desde la llegada por accidente de un barco portugués en el siglo XVI se marcaría un hito en el contacto y la apertura (relativa) de Japón a occidente. Uno de los primeros en llegar fue el jesuita Francisco Javier, muy conocido en Japón. De ahí la presencia cristiana. Incluso el daimyo (o señor feudal) Omura Sumitada se convirtió al cristianismo iniciando una época que acabaría cuando habiendo tomado poder y ante la posible amenaza, se decidió prohibir y perseguir a los cristianos y sus familias (incluidos niños y parientes).
La relación religiosa que traía consigo una relación comercial muy beneficiosa tanto para japoneses como para españoles y portugueses, acabó y se sustituyó por una relación comercial con los protestantes holandeses, mucho más interesados en el comercio que en salvar almas. Para conocer esta época me parece interesante el libro de James Clavell: Shogun, que fue llevado a una serie de 3 películas con Richard Chamberlain como protagonista.
Una de esas muestras históricas es la reproducción del barrio de Dejima. Una zona que fue el único punto de contacto de Japón con el mundo desde mitad del XVII hasta mitad del XIX.
Así como los jardines «Clover Garden», donde algún día estuvo la residencia de Thomas Clover, figura clave en la introducción de las armas modernas y en la Restauración Meiji y de lo que ahora se pueden ver las reproducciones reconstruidas.
Muy cerca está iglesia católica de Oura.
Y aunque no tiene mucho atractivo también se puede caminar cerca por la cuesta holandesa (Oranda-saka, オランダ坂)
Las mejores vistas de la ciudad se ven desde el monte Inasa a donde se puede subir en telesférico o en autobús (N. 3 y 4 desde la estación de JR de Nagasaki). Aquí no llega el chinchin densha, el tranvía de la ciudad y todo un icono.
Debido a la bomba atómica la ciudad hoy día es una mezcla bastante rara a mi modo de ver entre reconstrucciones modernas y reconstrucciones que quieren mostrar el pasado. De ahí Teramachi , una zona en la que se pueden visitar numerosos templos. Entre ellos destacan Sofuku-ji y Kofuku-ji, ambos de origen chino.
Y hablando de China, Nagasaki también tiene su China Town. En la plaza cercana se pueden ver hombres jugando a una especie de ajedrez. Y también comida y artículos chinos, hasta hoteles.
A las vistas turísticas siempre se le puede añadir una nota de color visitando este bar de ramen, conocido por ser frecuentado por famosos japoneses que por descontado dejan allí sus fotos con autógrafo y mensaje para el negocio. Y el ramen también tiene una especialidad regional en esta parte de Kyushu: el champón; fideos ramen con una montaña de verdura.
De aquí no puede irse uno sin probar la Kasutera, un bizcocho de origen portugués. Ni los bollos con tocino de cerdo adobado.
Igual que en Vietnam aproveché para vivir la experiencia peluquería en el país. También pude comprar un Saori de seda (chaqueta de kimono) por tan solo 500 yenes en una tienda de segunda mano que era un tesoro de lugar. Y ver con a mis amigas regatear para comprar collares de piedras.
En todos esos sitios las personas con las que nos encontramos nos trataron con una amabilidad y una atención especial, algo muy distinto de la cortesía fingida de otros lugares, especialmente por la naturalidad y la calidez que mostraban. La bomba atómica destrozó mucho pero el espíritu abierto y amigable de la gente de este lugar, que ha recibido a tanta gente de tantos países, permanece.