Las ciudades japonesas a veces pueden llegar a parecer realmente horribles. La planificación urbanística por general brilla por su ausencia por lo que en cualquier lugar es muy común ver como al lado de rascacielos enormes de cristal y de formas increíbles, quedan pequeñas casas, en casos casi cabañas de madera o chapa sin importarle a nadie. Debido a las inclemencias naturales del país (terremotos, mucha lluvia, elevada humedad, etc.) los edificios se destruyen y se vuelven a construir cada 30/40 años aproximadamente, razón, entre otras por la que la mezcla de tamaños y estilos es mucho mayor.
A esto se le añade la costumbre de colocar carteles y luminosos sin ningún orden en cualquier lugar de la calle o de las fachadas. Por supuesto, para un occidental, ver esa escritura tan exótica sin saber que se refieren a una clínica dental o a un negocio de masajes es muy atractivo, pero no deja de ser un pastiche difícil de asumir.
Algo que también sorprende es la pequeña separación entre edificaciones adyacentes, totalmente necesaria, pero a la que en occidente no estamos acostumbrados. Esto se hace así para dejar un espacio disponible para que el edificio en caso de terremoto pueda moverse hacia los lados. Hay que tener en cuenta que la mayoría de los casos (afortunadamente) la vibración es lateral y ese movimiento impide que los edificios se rompan. Cuando la vibración es vertical la cosa es mucho más complicada.
Y por supuesto lo más impactante de todo, el amasijo de cables que quedan colgados de postes de la luz. Como una tela de araña, algo inexplicable, que incluso llega a dar miedo, se entrelazan los cables de luz, internet y otra clase de servicios todos fuera de tierra sobre nuestras cabezas y sobre las calles de todo Japón.
Después de la segunda guerra mundial, la urgencia por dotar de electricidad a las ciudades japonesas hizo que las autoridades optaran por el método más rápido. Que fue, en lugar de soterrar las instalaciones, usar postes de luz y hacerlo todo aéreo. Hay que reconocer que esto también simplifica a menudo las reparaciones, pues no hay que levantar terreno para reparar pero deja un paisaje bastante peculiar, por no decir de otra era.
La empresa eléctrica japonesa TEPCO, tenía un completo plan para enterrar las líneas en el área de Tokio bajo las autopistas, carreteras y calles. Sin embargo el terremoto y tsunami del 11 de marzo de 2011 y los daños correspondientes absorbieron todo fondo disponible y el plan ha pasado al olvido.
Postes de la luz por las calles, casas separadas, carteles publicitarios por todos sitios, que afean el paisaje urbano, pero que a la vez le dan ese aire tan propio de desorden en el lugar más organizado y ordenado de este planeta. Hasta se agradecen a veces esos toques para no sentirse en el Disneyland-Japón, sino en un sitio vivo, que cambia aunque en la ciudad lo haga de esa forma tan particular.