Hace ya algunos meses, aprovechando el puente de Acción de Gracias me marché a Jamaica con mi amiga Laura en busca de un poquito de sol y huyendo del mal humor y la bullas de Nueva York. Ha pasado mucho tiempo y creo que es hora de contar algo de aquella aventura. El viaje tuvo sol y buen rollo pero también alguna que otra anécdota digna de contar. Como las anecdotas fueron abundantes voy a pasaros el viaje en capítulos y aquí va el primero.
Vamos volando hacia Montego Bay, nuestro avión ha salido con retraso pero al fin estamos en el aire. Cuando lleguemos allí cogeremos un route taxi que nos llevará al Lago Brillante y de ahí a nuestro hotel.
10:37 pm
Hemos llegado sanas y salvas a nuestro hotel. El comienzo al salir del aeropuerto ha sido un poco complicado, los taxistas atacaban como buitres y los precios no tenían nada que ver con lo que nos habían dicho, mucho más caros. Quizá porque estábamos dentro del aeropuerto. Al final, un abuelo nos ha llevado hasta Glistening Waters por 30 dólares, es un lago que brilla en la oscuridad cuando molestas a los microbios que viven en él. Fue imposible convencerlo de que nos llevara a Ocho Ríos, a nuestro hotel, por un módico precio así que al final decidimos buscar otra solución. Por supuesto nada más entrar en la furgoneta nos ofreció ganja (marihuana, como ellos la llaman) si queríamos aparte del transporte.
La señora que regenta el restaurante y el barco que te da el paseo por el lago nos buscó un microbus con más turistas para ir a nuestro hotel por 50 dólares las dos. Muy a nuestro pesar tuvimos que dejarle a ella las maletas en consigna, ha sido imposible subirlas al barco. Nos subimos en el barquito con una banda de español@s borrach@s y fumad@s que no paraban de dar la nota. Jerry, nuestro capitán de barco rastafari, nos llevó a ver como las aguas del lago brillaban de noche.
Al tocar el agua, la estela del barco o cuando los peces saltaban se podía ver como el agua se iluminaba. Debíamos estar molestando a los microbios mucho porque no veas como se iluminaban las gotitas de agua y la estela del barco cuando íbamos rápido. Después de contarte toda la película dejan un rato para que te puedas bañar y convertirte en fluorescente por un rato.
Al volver a tierra nos hemos encontrado con que la señora del barco había buscado otra forma de transporte para nosotras y después de decirnos «Ahora estáis en buenas manos» nos ha dejado con su marido que nos ha subido en un mercedes blanco, como el de kiko veneno, y ha salido rumbo a Ocho Ríos. El señor, un hombre de mediana edad, nos hacía un montón de preguntas siempre muy educadamente a las que Laura y yo le íbamos contestando solo mentiras por si acaso. De repente me dio por recordar que su mujer nos había dado un montón de folletos para dejarlos en el mostrador del hotel como favor por llevarnos ¿gratis? Y aquí es cuando mi imaginación empezó a volar y pensé que podría ser una señal para que los del hotel supieran que nos habían metido droga en el equipaje sin darnos cuenta y de esa forma encubierta pudieran distinguir que habíamos sido portadoras de algo. Menuda pelicula me estaba montando.
Le dije a Laura que no dejara los folletos al llegar, así los despistaríamos, y saqué un espray autodefensa por si las moscas que mi madre me había dado y nunca me había dado por llevar encima. Ya veía en mi cabeza como la cosa de repente se ponía fea y entonces yo le echaba al señor espray, Laura se hacía con el control del volante… y después… después decidí dejar de imaginar cosas raras porque evidentemente no iba a arreglar nada con esas historias mías en la cabeza. Y pensareis… que paranoica, pero quien no ha imaginado algo así en una situación extraña.
Por fin hemos llegado al hotel, el señor no nos ha cobrado nada. Hemos registrado nuestras maletas y no traemos ningún regalito. El caso es que hasta que no vuelva a Estados Unidos no voy a quedarme totalmente tranquila.
Creo que es hora de dormir, ha sido un comienzo intenso y vamos a necesitar energía para aguantar a los jamaicanos.
25.11.07 Forrest Park, las Montañas Azules.
¡¡¡Llegamos!!!. Hoy ha sido un día demasiado largo. Las emociones fuertes nos persiguen y ya empiezo a tener ganas de llegar a Negril y quedarme quietecita en la playa. Nunca pensé que fuera a decir esto con lo que me gusta a mi la playa. Espero que mañana cuando amanezca todo tenga otro color y me alegre de haber traspuesto hasta aquí.

Por si quedaban dudas del origen de una de las comidas más típicas en Jamaica, la cabra, aquí vemos como se pasean sin problema por el pueblo. Criaturas inocentes, que no saben que detrás de cualquier esquina le espera una olla.

Volvimos al hotel en otro route taxi con dos jamaicanos más en el asiento de atrás del taxi empaquetadas como sardinas.
De las carreteras mejor ni hablar y del estilo de los jamaicanos conduciendo casi que no encuentro palabras para describirlo.

Seguíamos y seguíamos y la noche cayó y llegamos a … Kingston.¡SORPRESA! Habíamos decidido ir a un albergue llamado Wild Flower sin pasar por Kingston, pero ni Wild Flower ni ost»=)($&(()Piiiiiiiiiii, tuvimos que ir a parar a Kingston. ¿Por qué? Porque nuestro conductor no sabía otro camino y aunque nos dijo que no había problema para no pasar por Kingston al final llegó allí. Mr. Tonie no encontraba nisiquiera el camino de salida para ir a Wild Flower, la calle se ponía chunga, y en la emisora de radio ya no había reage sino el parte de muertos por violencia del fin de semana. Entre eso y las frases de Tonie «nunca confíes en un jamaicano», «y que si es la policía a quién preguntas si tampoco te puedes fiar», «esto no me gusta nada», decidimos dejar de dar vueltas e ir a otro hostal donde nos cogieron el teléfono e indicaron como llegar desde donde nos encontrábamos. Tonie se fué por una dirección equivocada y milagrosamente llegamos a otro hostal del mismo dueño del que queríamos ir en las montañas azules. Por fin en un sitio civilizado, la señora del hostal nos explicó como ir hasta nuestro ansiado destino.
